
Estamos viviendo la Revolución Industrial 4.0 y si nos remontamos a las anteriores, podemos comparar la resistencia al cambio que ha vivido la humanidad en los diferentes remezones que hemos experimentado.
Los 2 primeros períodos de estas transformaciones mundiales tuvieron que ver con cómo pasamos a ser una civilización más industrializada y mecanizada, tomando como ejemplos la máquina a vapor y la producción masiva de automóviles.
Cuando llegó el turno de la tercera RI, observamos cómo el avance en las tecnologías de la comunicación hizo que muchos de nuestros padres y abuelos opusieran resistencia al cambio y se negaran por un tiempo a cambiar sus maneras de trabajar y relacionarse con esta transformación que se incrementaba a velocidad de bola de nieve. No tenía sentido resistirse, la revolución ya estaba cambiando nuevamente nuestra civilización.
Pese a eso, hubo muchos oficios que comenzaron a desaparecer, reemplazando a personas por máquinas, y probablemente esto es una pieza clave para entender esta resistencia al cambio que nos tiene hoy pensando en cómo va a afectarle a nuestra vida diaria la pandemia de COVID-19: encerrados, hiperconectados, pero sin el 100% de acceso para que toda la población se sume a las actividades remotas. Entonces volvemos al miedo de la automatización y tememos por esos oficios que dependen de nuestra presencia.
¿Qué va a pasar con estos oficios, y más que con ellos, con las personas que hoy los desempeñan? ¿Cómo se enfrenta la incertidumbre de una “vuelta a la normalidad” si ya no sabemos qué es esa “normalidad”?. Escuchamos mucho la frase “el mundo cambió/está cambiando”, pero ¿somos capaces de asumir el desafío y reinventarnos? Tal como pasó con la máquina de escribir y los computadores, con las cartas escritas a manos y los correos electrónicos, ¿llegaremos a mirar con nostalgia y romanticismo nuestra última pega, aceptando que una máquina lo hace mejor y más rápido que nosotros?
Si hay algo en lo que no pueden reemplazarnos aún es justamente nuestra capacidad de adaptarnos al cambio y aprender a aprender. Porque, convengamos en algo: todos sabíamos que un cambio grande estaba cambiando al mundo y sobretodo la tecnología avanza cada vez más rápido, pero nunca pensamos que sería TAN rápida y por qué no decirlo, tan intensa la llegada de ese cambio.
Llevamos más de un mes de cuarentena, por lo tanto nos estamos acostumbrando a vivir y funcionar en esta nueva modalidad. Ya que estamos en esa carrera, aprovechemos para re pensar la forma que tenemos de relacionarnos con nuestros trabajos, nuestras familias, nuestros estudios, parejas, mascotas, vecinos, amigos, responsabilidades, creatividad, y nosotros mismos.
Esta es una oportunidad –forzada, estamos de acuerdo– para reinventarnos, para re-conocernos y reconectarnos. No solo está cambiando el trabajo y el estudio, estamos cambiando a niveles personal y colectivo. Estamos dándonos cuenta que no solo basta con que nos cuidemos para no enfermarnos, sino que para cuidar al resto. Que necesitamos ser más amables, más pacientes, más empáticos. Que el encerrarse no significa una prisión, sino que nos da la posibilidad de entrar en nosotros mismos porque ya no hay distracciones que nos hagan evadir la pega interna. Y esa pega interna consiste en algo fundamental para toda la situación (social, sanitaria y emocional) en la que estamos inmersos: ACEPTAR. Aceptar que el cambio es un hecho, que mientras más nos resistimos se nos hace más difícil. Aceptar el hecho de que a veces necesitamos pedir ayuda y a la vez estar dispuestos a ofrecerla. Aceptar abrir la puerta a mirarnos por dentro y evolucionar con luces y sombras.
Y desde ese aceptar, continuar. Porque hemos ganado herramientas y habilidades para nuestro día a día en lo laboral y lo personal. ¿Queremos desaprender eso? Porque ganamos también en la compatibilización de nuestra vida personal y laboral, poniendo el foco en la calidad de vida. ¿Cuánto tiempo más tenemos ahora que no nos movemos a nuestros trabajos o lugares de estudio?
Porque aprendimos a valorar lo que se daba por sentado y hoy no podemos sentir cerca nuestro: un abrazo, un beso, una buena conversación al lado de otrx.
Porque estamos aprendiendo a organizar nuestro tiempo y lo que más tenemos para este aprendizaje ¡es tiempo!
Porque estamos dándonos cuenta de lo resilentes que somos, y cuando llegamos a esa conclusión, lo mejor que podemos hacer es soltar el control. Porque hay algo que todavía no se puede automatizar: la fuerza interior.
Man of Science, Man of Fatih: la escotilla se ilumina.
La invitación es, entonces, a abrazar el cambio, porque nada trae sino experiencia y sabiduría. Y ésa es nuestra revolución.